Os dejo un post que no es mío y me ha encantado.
¡Dios salve a mis zapatos! (God save my shoes) es el título de un documental que Canal + estrenó hace unas semanas y que esta mañana, zappeando, he tenido la oportunidad de ver. En él se hace un recorrido sobre la historia de este tipo de calzado paralelamente a la evolución del papel de la mujer en la sociedad, salpicado por el testimonio de diseñadores de zapatos y mujeres de lo más variadas, desde Fergie a la primera bailarina del ballet de París, pasando por una “filantropa” (que no se en qué grupo de la seguridad social cotizará).
La verdad es que nunca me habría parado a pensar en el significado que tiene el calzado en nuestra vida cotidiana. No es que quiera buscar una trascendencia filosófica o sociológica al tema (tampoco hay que ponerse tan serios) pero es cierto que el calzado dice mucho de nuestra actitud en cada momento. Si pensamos que necesitamos ir “arregladas”, siempre tenderemos a un taconazo; cuando la cosa es relajada, elegiremos unas bailarinas y no queremos saber nada de tacones. Más allá de nuestra elección en la vestimenta, los zapatos nos dan la clave final de nuestro dress code.
Según el documental, las mujeres nos sentimos poderosas cuando llevamos tacones de 12 centímetros. Yo más que poderosa tendría las lágrimas saltadas del dolor, pero parece ser que soy un bicho raro. Entre el miedo que tendría a caerme al tercer paso y el dolor en la planta, no me vería muy poderosa, pero será cosa mía. Aunque Bette Midler decía “Dadle a una mujer el calzado apropiado y conquistará el mundo”. Y yo tengo claro que el mío son las bailarinas!
Poder y una atracción irresistible, porque quien no ha dicho alguna ves eso de “nunca se tienen suficientes zapatos”. Carrie Bradshaw, arquetipo de la mujer independiente y liberada de los noventa, practicamente vivía su vida alrededor de los zapatos, que se convirtieron en un personaje más de la serie, y en el hilo argumental de muchos de sus capitulos. “Pensé que la única manera de liberarme era pasar de una adicción a otra mayor… zapatos” (Carrie Bradshaw, zapadicta anónima)
Volviendo a la realidad, otro aspecto que me ha llamado la atención es el masoquismo del que hacemos gala las mujeres (y yo la primera) al usar zapatos que sabemos que nos van a hacer daño. Porque hasta antes de pagarlos en la tienda, antes de que cruces la puerta, ya sabes que esos zapatos te van a doles. Pero claro, si siempre nos han dicho que para presumir hay que sufrir, sasí que ufriremos pero con unos centímetros de más al menos. Lo más triste es que la gente se fijará más en nuestros andares doloridos o en que estaremos sentadas más de lo que nos corresponde que en lo bien que nos quedan esos maravillosos taconazos.
Porque hay que saber andar con tacones, eso está claro. En el documental hablan de una especie de vídeos de gimnasia con ejercicios para reforzar los músculos de las piernas y explicando como andar y cargar el peso del cuerpo para lucir los tacones. Lo sé, superficialidad pura en los tiempos que corremos, pero tiene su sentido…
En cuanto al binomio tacones-dolor, todos tenemos una amiga (y no me engañéis que seguro alguna de vosotras es una de esas afortunadas, que envidia) que siempre va en tacones y que nunca le duele. Es capaz de pasarse una tarde de shopping subida a sus andamios sin rechistar. Y cuando le comentas que te admira cómo puede aguantar tanto, te responde “yo es que no sé andar con zapato plano”. Protesto! Por qué no saber andar con unos tacones es poco glamouroso y si no sabes con planos, eres la leche? Me parece fatal!
Con respecto a la carga sexual de los zapatos, la verdad es que me alucina el fetichismo que generan los tacones. Aún recuerdo un tipo que se anunciaba en varios foros comprando zapatos a las chicas… Que yo respeto todo, pero me lo imagino acumulando en su casa pares y pares de zapatos plasticosos de Blanco, Bershka & cía usados y me da hasta fatiguilla…
En resumen, que los tacones son y seguirán siendo una prenda que fascina tanto a mujeres como a hombres, que seguiremos comprando zapatos incómodos aunque lo sepamos de antemano y que solo usaremos una vez con suerte, pero volveremos a caer. Yo aún recuerdo unos zapatos de taconazo negro (de una tienda que no diré, pero que seguro que adivináis) que me compré y que estrené para ir a trabajar. Menos mal que llevaba otros planos para la vuelta de camino al coche, porque a las 10 de la mañana ya no podía andar. Los metí en una bolsa y tal fue el dolor… que creo que cuatro años después deben seguir en la oficina en algún armario!
Qué importancia le dáis a los zapatos en vuestros estilismos? Creéis que los zapatos reflejan nuestra forma de ser o nuestro estado de ánimo? Recordáis ese día en que los taconazos pudieron contigo?
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